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Traducción automática: preguntas y respuestas

Un colega, dueño de una agencia alemana, me pidió que respondiera una encuesta sobre la traducción automática para medirle el pulso al mercado y determinar hasta qué punto se justificaba su conflicto ético y moral con herramientas cada vez más en boga. En otras palabras: él se niega terminantemente a usar cualquier tipo de traducción automática en sus proyectos y tampoco acepta que sus proveedores las usen. A mí tampoco me gustan y no las uso. Casi nunca. Las razones ya las expuse con argumentos más o menos elaborados en una entrada anterior, pero podemos resumir mi convicción en el siguiente silogismo: la máquina no piensa, ergo no traduce. Sin embargo, eso no significa que la traducción automática sea inservible, y en algunos casos puede ser un recurso útil (aunque también muy peligroso, ya verán por qué) si uno entiende lo que obtiene de una máquina: una pseudotraducción que hay que usar con pinzas. Dicho esto, la mayor parte de la gente no distingue los defectos de una traducción automática. Ergo, se están acostumbrando a esas pseudotraducciones. Resumiendo: la traducción automática sí va a poner en riesgo el trabajo de mucha gente, pero no porque sea lo suficientemente buena, sino porque el público se está acostumbrando a su mediocridad. En cuanto a nosotros, los traductores profesionales, solo nos queda aprovechar esta herramienta para lo que realmente sirve. Y no engañar a nuestros clientes. En las siguientes preguntas y respuestas explico el cómo y el porqué.


Un conjunto de engranajes gigantes de alguna máquina industrial, grande y pesada, que hace pensar en algún tipo de trabajo pesado y poco placentero, como la posición de una traducción automática.


P: ¿Has usado herramientas de traducción automática (Google Translate o DeepL, por ejemplo) para fines personales, para entender algo en una lengua que desconoces? ¿Qué resultado obtuviste?

R: Sí, lo he usado muchas veces para entender algo que no entendía en alemán, por ejemplo. Sirve para tener una idea del contenido, pero hay que tener cuidado. Una vez mi mujer llegó a casa llorando porque pensó que el diagnóstico de un examen decía que tenía cáncer… gracias a Google Translate. No es broma. Todavía me produce tristeza el recuerdo de su desesperación. Y todavía tengo que escribir una entrada sobre eso para el blog…


P: ¿Alguna vez un cliente te pidió que usaras traducción automática o poseditaras una traducción automática? ¿Cómo fue tu experiencia en términos de calidad de la traducción, tipos de errores, cantidad de trabajo necesaria para obtener una traducción que te pareciera aceptable? ¿Volverías a aceptar un encargo de ese tipo? Si no, ¿qué habría que cambiar para que vuelvas a aceptar un encargo de posedición?

R: Una vez ayudé a un colega a editar una traducción automática de una organización internacional. Fue mucho trabajo y la herramienta no era muy buena, pero tenía la ventaja de que contenía muchas expresiones y términos propios de la institución que se repetían mucho. Con el tiempo, las herramientas de traducción asistida, o herramientas CAT, han mejorado mucho y ahora son más que suficientes para cumplir esa misma función. Es decir, la herramienta de traducción automática de esa organización servía más como CAT, porque había que reescribir muchísimo. En retrospectiva, no, no volvería a hacer ese trabajo porque fue muy penoso. Dicho esto, las herramientas de traducción automática también han mejorado mucho. La API de pago de Google es mucho mejor que el Google Translate gratuito que hay en línea, y para algunas cosas puede ser útil; por ejemplo, para traducir cosas muy simples que no tengan ningún riesgo de ambigüedad y no requieran una redacción sofisticada, aprovechando la terminología de algún glosario que tengamos. La herramienta de traducción automática en ese caso «traduce» la frase simple y rescata toda la terminología del glosario (o, por ejemplo, los nombres propios que aparecen en el texto fuente). Básicamente nos ahorra el trabajo de escribir, pero en ningún caso lo considero una operación de traducción. Es una mera operación de transposición de palabras. El sentido necesario se lo damos nosotros, y puede ser mucho trabajo. En otras palabras: la traducción automática opera copiando y pegando determinadas palabras y expresiones de la base de datos del servicio en cuestión, de la memoria de la herramienta CAT que estemos usando y de nuestros glosarios. Eso no es traducir; es armar un rompecabezas.


P: ¿Qué opinas de la traducción automática? ¿Puede llegar a «destruir» la práctica de la traducción tradicional (con herramientas CAT)?

R: Recuerdo que la primera vez que usé Trados fue por obligación de la empresa donde trabajaba, y tampoco me gustaba. Sospechaba, y el tiempo me dio la razón, que los traductores más perezosos se pondrían a traducir frase por frase sin tener una visión más holística del párrafo. Eso es aun peor hoy, con las nuevas generaciones aprendiendo a traducir desde el primer día segmento por segmento en una herramienta CAT. Son incapaces de darle más fluidez y naturalidad a su traducción porque son esclavos de la segmentación frase por frase. Creo que lo que pasa con la traducción automática es similar, pero llevado al paroxismo: el traductor hace unos retoques mínimos para que la traducción tenga sentido, y sería todo, con lo cual termina siendo esclavo de la estructura, la sintaxis y las «elecciones» estilísticas y terminológicas de la máquina. El resultado raramente es bueno. En resumen: yo sí he usado traducciones automáticas en algunas partes de documentos muy monótonos que no requerían una redacción necesariamente elegante, pero muchas veces reescribiendo segmentos enteros. Pero lo hago a sabiendas de que conozco las limitaciones de la herramienta y de que sé cómo subsanarlas. En otras palabras: yo a veces (aunque raramente) la uso, pero no permito que los traductores que contrato la usen, ya que muchas veces significa más trabajo para mí, que tengo que revisar las traducciones. 


P: ¿Crees que la traducción automática puede ayudarte a traducir más rápido y de forma más eficiente? Por ejemplo, a algunos traductores no les gusta teclear, y la traducción automática reduce ese esfuerzo.

R: Solo en casos muy específicos, como ya dije arriba, y siendo consciente de los riesgos. Y bueno, el que no tenga paciencia para teclear quizás no debería ser traductor. Eso me recuerda otra herramienta que usé durante un tiempo: Dragon. Yo dictaba la traducción y Dragon la transcribía. Antiguamente los traductores de la ONU tenían asistentes que transcribían mientras ellos dictaban sus traducciones. El problema es que me di cuenta de que las traducciones también salían distintas, un poco más coloquiales y, sobre todo, más literales, y luego había que hacer un buen trabajo de edición para mejorar el texto, así que me limité a usarla solo en determinados tipos de documentos. Por ejemplo, nunca lo usé ni lo usaría para las traducciones de divulgación científica que hago para el observatorio ALMA, salvo en algunos párrafos donde ponen decenas de nombres de autores y las instituciones en las que trabajan. En ese caso la herramienta de traducción automática hace el trabajo de copiar y pegar el nombre de los autores del segmento fuente y rescatar todas las traducciones de las instituciones que tengo en el glosario, y eso me ahorra mucho tiempo. Pero claro, eso no es traducir. Básicamente, la herramienta automática puede ser muy útil para algunas cosas… que no son traducción.


P: ¿Cómo crees que se deben remunerar los encargos de posedición de traducción automática?

R: Deben calcularse por hora de trabajo, no por palabra ni página, y tomar en cuenta que poseditar una traducción automática no solo lleva tiempo, sino que es un trabajo desagradable. Traducir puede tardar un poquito más, pero para el traductor profesional es fuente de satisfacción y placer intelectual. Poseditar una traducción automática es como armar un rompecabezas con piezas mal hechas, que no encajan bien. A veces dan ganas de llorar. Y eso debería remunerarse adecuadamente. Otro detalle: uno siempre se queda con la sensación de que el resultado final podría ser mucho mejor si se tradujera de cero. Siempre digo que es como desenchuecar clavos: nunca vuelven a quedar del todo rectos. Lo ilustra muy bien Cortázar al final de Rayuela, donde la locura de su personaje se manifiesta en su insistencia sisífica de desenchuecar clavos.


P: ¿Te interesaría aprender más sobre procesos de traducción automática y obtener algún tipo de certificado en ese campo?

R: No. En el campo en el que me desempeño pasará mucho tiempo antes de que la traducción automática sea realmente conveniente. La mejor certificación en ese ámbito son muchos años de experiencia, la capacidad de hacer traducciones más «libres» y, sobre todo, tener instinto de editor.


P: ¿En qué condiciones te sentirías cómodo usando traducción automática en algún proyecto nuestro?

R: En el caso de textos simples, que no requieran una redacción muy elaborada, siempre y cuando tenga la sensación de que la traducción automática realmente me está ayudando a ahorrar tiempo, es decir, textos que no me producirían satisfacción intelectual traducir de cero (generalmente, textos que simplemente prefiero no traducir) y con los que siento que la traducción automática me está ahorrando trabajo. Pero eso es muy difícil porque, como ya dije, generalmente implica más trabajo y suele ser una labor desagradable.

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